Son los cambios, querida, los cambios

Pequeña epifanía en el bus

El amor no murió cuando te fuiste. Murió aquella noche, entre abrazos y gritos de placer. No aguantó más la tristeza causada por la inminente distancia. Por el inevitable adiós.

Algún día las letras llegarán a donde quiero y con quien quiero, de alguna manera. Algún día.

dejar ir

Por enésima vez, necesito convencer a mi mente (y al corazón de paso) de que lo que fue sí ocurrió y de que no va a volver a ocurrir, pero entonces debo dejar de desear caminar en el frío que congelaba las puntas de los dedos, buscar en todas las tiendas los ingredientes que se me ocurría pudieran gustarte. Debo dejar de escuchar la música que escuchaba en esos momentos, dejar de desear verte otra vez al volver a casa, que no era hogar, como querías que lo fuera. Pero ¿podría haber llegado a serlo? No el mío. No el nuestro. Y aún así, con el corazón en la mano y las verduras en la olla, te cocinaba, te cociné y te cocinaría, simplemente porque te amaba. Pero volvamos al frío, a las puntas de los dedos que se congelaban a pesar de los guantes, a las ráfagas de viento que quemaban la cara, a la ciudad de piedra, congelada en el pasado que no era mío y que probablemente no lo será. Volvamos a ti, que deacubrí poco a poco no eras mía y probablemente nunca lo serás.

Sin título

Mi corazón dividido en tres. La primera: me he resignado. Ya no es enojo lo que siento, sino apenas una profunda tristeza incipiente (por suerte) que ocupa la parte más grande (la segunda) del corazón. La otra parte es agradecimiento por todo lo vivido en compañía tuya.
Sin hacer divisiones y no tan específicamente: sé que esto no es el final, pero por ahora no se puede seguir.
Te quiero.